No existe nada más placentero que el hogar, pudiste haber tenido el peor de tus días, pero tu hogar te acoge, te hace sentir seguro, te da descanso, te provee lo que ninguna otra cosa puede... Relativamente este es el tiempo en donde Diriangén viene a sentir lo mismo.
Más que la casa del blanco y negro, es su hogar... Hogar es donde se desarrolla una vida, donde tu alrededor es testigo de tu historia, es testimonio de tu existencia y misticamente produce cosas que no nos podemos explicar. La expectativa rebasa nuestros parámetros, las sensaciones colman nuestra alma y el delirio es fuera de lo normalmente mesurado.
Por mucho tiempo se estuvo fuera, y por muy cómodo que fuera, la indiferencia de nuestro ser era innegable, las piernas gemian por brincar desde la graderia del eterno coloso, los corazones no palpitaban igual que bajo el sol de la siempre majestuosa Diriamba, donde su tierra reclamaba el no percibir el grito del gol sobre sus lomos. Hoy, el aire que percibimos es diferente, hemos regresado a casa, con la imperdible esperanza de gritar otro campeonato, las lágrimas están listas desde hace tiempo para llorar un nuevo triunfo. Ahora el trabajo es de todos, el aficionado, por muy pequeño que sea, aporta a la existencia del Diriangén, es hora de convocarnos masivamente, apartando toda estructura mental que nos impedía reconciliarnos con el más grande de Nicaragua.
Diriangén históricamente ya hizo lo necesario para tener esta gran afición, ahora a esa afición le toca respaldar, hoy más que nunca y tu apoyo no se trata de que si el equipo lo merezca o no, sino de que es necesario. Sólo la afición de este pueblo sabe como volver mágicos 90 minutos, que en otro lado son algo pasajero y sin algún motivo de celebración. La historia te exige a ser incondicional, así que remunera y responde al llamado que sólo tu y yo hoy podemos sentir del fondo de nuestro ser.
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